UN GALENO PARA TODOS
Decidió Dios descansar en Tamalameque después de
los seis días de arduo trabajo haciendo el mundo. - “Este pueblo estará por
siempre lleno de dicha y gozará de bendiciones eternas”. –Dijo Dios agradecido
al retirarse al cielo.
Son muchas las bendiciones que desde entonces nos
ha prodigado nuestro amado padre, y una de ellas es: Juan Carlos Mendoza
Mendoza, médico que por intermedio de sus poderosas influencias quiso Dios que
llegara a Meque. Corrían los días de un lluvioso octubre del año 1988, cuando
por primera vez “Juanca”, como es más conocido en el pueblo, entra por la
puerta principal del Hospital “San Rafael”. Vino a realizar su año rural, para
luego continuar su carrera profesional en una gran ciudad; era su gran sueño.
Como dice el refrán: “Una cosa piensa el burro y otra el que lo está
ensillando”. No contaba “Juanca” que ya Dios tenía otros planes para él. Pusole Dios de carnada una bella tamalamequera,
Esmeralda Meza Duran, quien con sus encantos y alegre sonrisa retó a “Juanca” a
probar del agua del pozo del “Machín”. Este guajiro acostumbrado a los grandes
retos no se amilanó y sin precaución probó de esta dulce agua que le brindaban,
y desde entonces aquí está brindándole sus conocimientos de la hipocrática
ciencia médica a Tamalameque.
“Pueblo chiquito infierno grande”. Se regó la bola
en el pueblo, que llegó un nuevo médico guajiro fanático de “Los Betos” y de
Diomedes Díaz, y que además se gastaba las del mundo con la canción “Canciones
Lindas”, e inmediatamente a caseta o cantina que llegara “Juanca” como por arte
de magia comenzaba a sonar:
“Se antoja el disjoke y siempre que llego pone el
mismo disco,
Como si supiera que justo el mensaje va directo a
mí.
Y a quien me acompaña, que no es la muchacha que
causa mis penas,
Tengo que ocultarle que salgo con ella es para
olvidar.
Si fuera de propio, si lo hiciera adrede…
Yo haría un disparate, yo me fuera a duelo con ese
señor.
Me deja en el aire, me daña la noche,
Y hasta pierdo el hilo en la conversación.
Porque no me quita esas canciones lindas que pasan
mi alma,
Y son dardos pa’ mi, si quiere le pago…si quiere
le pago,
Pa’ que no las ponga y las bote de ahí.
CORO:
"Yo no sé porque me pasa a mí, porque a otro no le
puede pasar. (Bis)
Yo no sé, porque la conocí, porque la conocí, pa’
qué la fui a encontrar. (Bis)”.
Posee “Juanca” una inmensa humildad y carisma, que
ha demostrado hasta la saciedad a sus amigos y conocidos. Es fácil hallarlo
departir tragos con personas de estratos bajos sin que sea para él una afrenta,
son sus amigos y nada más. En algún tiempo atrás era común verlo acompañado en
sus parrandas de Ignacio Gómez “Nacho Rechupa”, a quien le confiaba su
portafolios y su revólver; prácticamente era su guardaespaldas y en el que
“Juanca” confiaba ciegamente, en la actualidad no lo hace por algunos
quebrantos de salud de “Nacho”.
Irradia “Juanca” una imagen de hombre serio y
ético en el campo profesional, lo que le ha servido para ganarse la confianza y
credibilidad de sus pacientes. Pero la lengua tamalamequera no perdona y a este
galeno también lo ha cuereado. Hay algunas anécdotas graciosas de “Juanca”, que
él nunca ha confirmado si son ciertas o no, porque cuando uno se las cuenta,
sonríe pícaramente y se limita a callar.
En el desarrollo de la alcaldía popular de
Diógenes Armando Pino Ávila, años 1.992 a 1.995, le picó a “Juanca” la
rasquiñita de la política y aceptó ser Secretario de Gobierno del alcalde. Los
pacientes de “Juanca” quedaron desamparados, y presionaron en cierta forma a
que los atendieran en su despacho o donde lo encontraran. Alcalde y Secretario
acordaron que en los ratos libres del secretario atendiera a los pacientes en
un salón que acondicionaron para tal razón. En uno de esos días de atención y
consulta médica surgió esta anécdota que escucharon las paredes de la alcaldía
y que hoy se las cuento a ustedes, porque confío en que no la echaran para
adelante, pues quedará entre nosotros.
Había una extensa cola de pacientes esperando
entrar a la consulta con “Juanca”, y tócale el turno a un campesino arranchado
de Campo Alegre.
- ¿Qué tiene viejo? – Pregunta “Juanca”
desprevenido en su acento guajiro.
- ¡Una tontina en la cabeza! – Responde el
campesino.
- ¿Una tontina?, ¿Ve y eso qué es? – Vuelve a
preguntar “Juanca”.
- Un mareo. – Dice el campesino un poco molesto
por la pregunta.
- ¡Quítate la camisa para reconocerte!...-
Solicita el médico mientras le coloca el estetoscopio por la espalda y el
pecho. - ¡Diga aaaah!...¡Respire profundo!...¿Te duele aquí?...¿Acá?... –
Insistía “Juanca” al campesino que ya se le empezaba a volar la piedra por la
preguntadera del médico. - ¡Póngase la camisa!, ya sé lo que tiene, le voy a
recetar unas pastillas que tiene que tomarse muy juicioso.
El campesino se para frente al escritorio de
“Juanca” mientras este le receta:
- Tienes que dejar de comer suero, nada de carne,
cerdo ni se te ocurra, el mondongo lo olvida para siempre, nada frito, harina
poquita, la yuca en poca cantidad. – El pobre campesino impaciente y en
silencio escuchaba del médico sus largas recomendaciones.- el pescado
sancochado, el pollo sin el pellejo…
- ¡Medico, entonces tendré que comer mierda!...-
Exclamó el campesino fuera de sus cabales.
- ¡Sí!...pero bajitica de sal, porque tienes los
triglicéridos altísimos.- Responde “Juanca” serenamente, mientras le entrega la
formula al campesino, quien salió dándole un fuerte golpe a la puerta.
Seguiale en turno Alfonso Durán “El gago”, (Q.E.P.D.) un sexagenario hombre de Aracataca, Magdalena y que tenía muchos años
de vivir en el barrio de Palmira de Meque.
- ¿Có…có…có…cómo está…me…me…médico? – Forzadamente
dice Alfonso.
- Muy bien, ¿Cuéntame qué es lo que tienes tú?
-
Me…me…me…médico…te…te…tengo…di…di…días…de…de…o…o…orinar…
de…de…de…a…go…go…gotica.
- ¡A ti te está jodiendo es la próstata! – Dice el
médico.
- Pro…pro…próstata, ¿Y… e…e…eso…qué es?- Pregunta
el gago preocupado.
- Próstata es que…- Responde pensativo “Juanca”,
tratando de buscar la forma más clara de explicarle al gago. – Próstata es que
así como hablai, así miai. – Muy acertada y folclóricamente le explica mientras
el viejo sale del improvisado consultorio con su duda explícitamente explicada.
EDGAR ALFONSO PEÑALOZA ROBLES.
TAMALAMEQUE. 2009
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