miércoles, 17 de julio de 2013

INDECISIÓN FATAL

INDECISIÓN  FATAL

-  Rubiano Saschoque Humberto, ¡pase al frente! – Tronó la voz del General de Brigada.
Rubiano era un muchacho de unos diecisiete años, de una contextura muscular envidiable por cualquier físico culturista; lograda a peso de hacha y machete, los preciados regalos que recibió de su padre el 13 de septiembre de 1.993, cuando cumplió ocho años y los que fueron sus fieles compañeros durante muchos años.

Hacían diez meses había sido reclutado, en uno de esos tantos domingos que  salió de la parcela de su padre a comprar la provisión de la semana en la tienda de Don Elí.
- ¡Vas a cumplir con el glorioso deber  de defender a tu patria! - Le dijo su padre el día que se enlistó.- 
Hoy era un valeroso soldado de su país.  Con temor interior, pero con serenidad externa dio el paso al frente.
- ¡Soldados! – Prosiguió el General, señalando con el índice derecho a Rubiano. – Tienen ante ustedes a un cobarde, un enemigo de la patria, un ser despreciable que no merece el honor de llamarlo soldado; un infeliz, que con su cobardía causó la muerte a diez de nuestros mejores hombres y el robo de numerosas armas y municiones.

Rubiano, escuchaba aquella voz como procedente de muy lejos, como salidas de un profundo abismo.  Del grupo de soldados que tenía al frente, sólo veía una gran nube verde, con figuras negras y marrones, de formas grotescas que amenazaban con devorarlo.  Gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas, al recordar aquella tarde infernal.

En su mente; cual cinta cinematográfica, veía claramente como un hombre armado hasta los dientes, eliminaba sin piedad de a uno por uno, a sus compañeros y él, alelado o atemorizado por la impresionante rapidez con que aquel bárbaro actuaba; sólo pudo parapetarse detrás de unos arbustos y de ahí observar como aquel sanguinario seguía eliminando soldados.  Alzó su fusil y por la mira del mismo veía al asesino subir las armas a un carro que acababa de llegar.

Rubiano seguía las acciones del ladrón y asesino por la mira  de su fusil.
- ¡Tengo que darle un tiro mortal! – Pensó. – ¡Si fallo me descubrirá!, y él no fallará.
Iba a tirar del gatillo, pero algo lo detuvo; un lunar rojo en el pómulo derecho del asesino, ese bendito lunar que lo hizo dudar.  Se estremeció de temor y un sudor frío cubrió su cuerpo por completo… ¡un lunar rojo!… ¡ese bendito lunar!…

Ahora delante de muchas miradas, unas amenazantes y otras compasivas; se daba cuenta del grave error que cometió al no jalar del gatillo.  Intempestivamente el General se paró frente a Rubiano y volvió a hablar.
- Gómez, Martínez, Pérez, Ruiz, Mancera, Ríos, Quintero, Robles, Mejía, Arévalo… ¿Qué le recuerda Rubiano? – Le preguntó.
- ¡Eran mis compañeros, señor! – Contestó Rubiano.
- ¿Por qué no los ayudó?
- ¡Sentí miedo, señor!... es de humanos sentir temor, ¿Verdad?
- Usted le dijo a otros compañeros, que tuvo en la mira de su fusil a ese sanguinario, ¿Por qué no disparó?

¿Por qué no disparé? – Pensó Rubiano.-  Muchas  noches de insomnio en el calabozo lo había meditado y también había decidido, que si mil veces se repetía la historia, mil veces no dispararía.  Era conciente que cometió un grave error, pero dentro de su ser  algo le decía que había hecho lo correcto.
- ¡Usted hubiese hecho lo mismo General! – Dijo Rubiano con serenidad.
- ¿Por qué habría yo de hacer esa torpeza? – Preguntó  molesto el General.
- ¡Por el lunar rojo!... ¡Por ese bendito lunar rojo! – Respondió sonriente Rubiano.
- ¡Un lunar Rojo!... ¿Qué tiene que ver un lunar con todo esto?
- ¡Ese lunar rojo!... ese lunar rojo en el pómulo derecho, lo tiene mi hermano menor, ¡señor! – Afirmó y dando el frente  a los demás soldados, gritó.- ¡Soy culpable!... ¡Soy culpable!... ¡Soy culpable!... – Y siguió gritando mientras caminaba hacia el calabozo.

FIN.                                                                           
Autor: EDGAR ALFONSO PEÑALOZA ROBLES.





No hay comentarios:

Publicar un comentario