miércoles, 26 de junio de 2013

JUAN BELEÑO

JUAN BELEÑO 

Juan Beleño (q.e.p.d.), fue un reconocido folclorista tamalamequero, de múltiples facetas, más reconocido por ser el creador de muchos disfraces que presentaba en carnaval por las calles de nuestro querido Tamalameque acompañado de otros actores como: Dionisio Beleño, Modesto García, Roberto Robles “El viejo”, y otros, el mas recordado de todos, el que le sacò a Ernesto Estrada "Tun Tun", quien los correteo con puñaleta en mano desde el palo de mango de Palmira hasta su casa en el barrio San Rafael. Estos disfraces que eran verdaderas sátiras sacadas de los casos sucedidos a las familias tamalamequeras nos deleitaron por muchos años, hasta el límite de que en el pueblo nadie quería dar papaya, para no ser objeto de los disfraces de Juancho en carnavales. 

Otra de sus facetas era el de animar los velorios con sus consabidos cuentos y chistes de alto calibre. Velorio que se respetara tenía a los familiares llorando al difunto, a Juancho contando chistes que actuaba, y a unos acompañantes muertos de la risa por las ocurrencias de Juancho. Aparentemente no cobraba su actuación, pero se emborrachaba con su arte, pues el trago repartido en el velorio era aprovechado por él y todos los acompañantes. Cuando ya se sentía muy borracho se marchaba a su casa y quedaba el velorio en una tristeza total, que causaba el sueño a los acompañantes y la marcha de todos. 

Era un narrador innato que se sabía un sinnúmero de cuentos de la gente del pueblo los que contaba sin pudor, hasta narraba cuentos sucedidos a él, uno de esos cuentos es este: 
Cuenta Juancho que una vez le salió un trabajo de albañilería en la Humareda, pues esa era su profesión. Buscó a Modesto su compañero ideal para que le sirviera de ayudante y marcharon a eso de las cuatro de la tarde para el otro lado del río con el objeto de estar madrugado en la obra. Cuando llegaron a la otra orilla, caminaron por la ribera en busca de “La Humareda”. En su camino encontraron una casa, adonde se dirigieron afanosamente a pedir agua y mitigar la sed: 
- ¡Buenas tardes! - Dijeron de entrada.- De la casa salió una hermosa mujer. 
- ¡Buenas tardes! – Contestó. 
- ¡Regálenos un poco de agua! – Dijeron al unísono los dos amigos que ya se habían prendado de la belleza de la mujer y la miraban de arriba abajo. 
- Tomen toda la que quieran, la tinaja está repleta, pues la llené hoy. ¿Para dónde van? 
- Para la Humareda, pero este calor infernal nos tiene sofocados.- Respondió Juancho mirando a la mujer.- ¿De quién es esta parcela? 
- Del señor Arturo, pero la cuidamos mi marido y yo. 
- ¿Y su marido dónde está?- Preguntó Modesto. 
- Él ya se fue a pescar con la barredera y viene mañana tempranito. 
Los dos amigos más emocionados que nunca se miraron con una mirada cómplice y pensamientos eróticos. La mujer entró a la casa. Juancho y Modesto aprovecharon que quedaron a solas para planear lo que por sus mentes corría. 
- ¡Vamos a quedarnos esta noche aquí!, quien quita alguna vaina con esta hembra. – Planteó Juancho.- Mientras le hacía señas sexuales a Modesto acerca de la mujer. 
- ¡Pues sí! - Complacido respondió Modesto. 
- Doña ¿Será posible que pasemos la noche aquí?, porque el camino es largo y está anocheciendo, esta es la hora mala para los animales ponzoñosos. – Le comentó Juancho a la mujer. 
- ¡Claro!, no hay problemas, mi marido dice que debemos darle posada al que la solicite, el problema es que solo tenemos una cama, les toca dormir en una estera en la sala de la casa. 
- No importa, lo que necesitamos es pasar la noche. – Alegre respondieron. 

Llegó la noche y todos se dispusieron a dormir, la mujer ataviada con una bella bata les tendió una gran estera en la sala y luego se dirigió a su cama en donde se acostó, bajando el toldo para evitar los mosquitos y acuñándolo con delicadeza a su colchón. Los hombres acostados en la gran estera no dormían, por el contrario discutían en voz baja quien sería el privilegiado de entrar primero a la cama de la bella mujer. 
- ¡Yo fui el de la idea! – Alegaba Juancho. 
- Pero yo vi primero a la mujer. – Se defendía Modesto. 
- Bueno tirémosla a cara y sello, el que gane va de primero. – Propuso Juancho sacando una moneda del bolsillo. 

Tiraron la moneda los dos amigos, ganándose Juancho el privilegio de ser el primero en disfrutar la bella mujer; pero no contaban de que con la polémica que armaron alertaron a la mujer, quien muy disimuladamente se había levantado y guardó en la cabecera de su cama el manduco de lavar la ropa que su marido le había hecho, nada más y nada menos que de Guayacán, para que pesara y fuera eterno. Juancho se quitó la camisa y el pantalón para no estar enredado a la hora de la verdad. Gateó sigilosamente hasta el borde de la cama, alzó cautelosamente el toldo y metió la cabeza sin precaución creyendo dormida a la mujer, quien le asestó tremendo manducazo en la cabeza, que lo aturdió por completo. Sacó la cabeza instintivamente mientras se sobaba el prominente chichón que le brotaba. Completamente grogui por el golpe esperó unos largos minutos sin decidirse que hacer, si persistir en su abusiva idea o volver a su estera. Pasado un rato decide volver a su estera donde angustiado esperaba su turno Modesto. 
- ¡Te la mamaste Juancho! – Preguntó Modesto deseoso de disfrutar a la bella mujer. 
- ¡Sí!... ¡Ve tú pa’ que te la mames también! – Respondió Juancho aún aturdido. 

Ignorante de lo sucedido, Modesto entra al cuarto de la mujer más emocionado que nunca. Recibiendo sendos manducazos que lo hicieron perder el sentido por unos momentos. Al día siguiente caminaban los amigos hacia la Humareda, adolorido por los golpes, pero riéndose el uno al otro de sus desdichas.

EDGAR ALFONSO PEÑALOZA ROBLES 
TAMALAMEQUE 2009 

PARRANDERO

PARRANDERO
 
Theofanes Van-Strahlem Royero, es un chiriguanero de pura cepa que se mudó a vivir en Tamalameque, por su trabajo de pagador en el I.T.A. y porque probó de la famosísima agua del pozo del Machín. Con aproximadamente 32 años de vivir en Meque se declara ferviente devoto de la milagrosa Virgen de Chiquinquirá, a la que se le celebra fiesta del 2 al 8 de septiembre en su querida Chiriguaná. Acá en Meque a la distancia, “Theo” como es más conocido, celebra las festividades religiosas de su amada Virgen, llegando a organizar parrandas de dos, tres y hasta cuatro días en su casa, eso sí acompañado de buena comida y sonoros voladores que anuncian a todos, está “Theo” bebiendo. 
Aunque no es un constante bebedor, pues deja pasar largos meses sin beber; todos en Meque sabemos que cuando la agarra es para demorar y que todo el que ose acompañarlo indiscutiblemente será emborrachado por “Theo”, y pasando a la larga lista de amigos arrumados y dormidos por él. Gran fama ha conquistado que muchos invitados por él, tempranito se van para evitar la consabida pea o no pasar la pena. 


THEO Y “PEPE” NOGUERA 
Se cuenta que corriendo los años 90, llegó a Meque El Sr. Pepe Noguera, nombrado sindico del Hospital de Tamalameque y trayendo consigo una no muy envidiable fama de ser un bebedor de esos que aguantan toda clase de bebida y muchos días de parranda. No falta el careador en estos casos y fue Diógenes Pino Ávila el encargado del careo. 
- ¡Compa “Theo”!, Le llegó la tapa de los peroles. – Le insinuó pícaramente Diógenes. 
- ¿Cómo así? – Interroga “Theo”. 
- ¡Llegó al hospital un nuevo sindico!, Pepe Noguera, ¡dizque ha recogido a los bebedores mas bravos del valle! – Atosigaba Pino, sobándose su pronunciada barba. 
- ¡Mierda! ¿Y a dónde está el hombre? – Pregunta “Theo”, con la espina ya incrustada. 
- Esta tarde le vamos hacer la recepción donde vivo. ¿Te gustaría ir? 
- ¡Mierda!, vamos a ver cuál es la bulla del hombre.- Dijo “Theo” sacando una pecho hundio de medallo que tenía en la nevera. 

Salieron los dos amigos a casa de Pino y en el camino encontraron a Luis “Luchito” Aguilera, a quien invitaron. Llamaron a Pepe y no fue bien llegado cuando lo recibió “Theo” con un trago rebosante de ron, este se lo tomó y casi no alcanzaba a bajar el vaso cuando ya “Theo” le tenía el otro servido. 
- ¡Tome compa!, que aquí la vaina es bebiendo. – Le dice “Theo” tomándose el trago de él. – Hoy vamos a beber hasta que caiga dormido uno de los dos. 

Pasada dos horas y con un endemoniado ritmo de servidas y tomadas de trago por todos, Pepe sintiendo sus piernas desfallecer se acuesta en un chinchorro. “Theo” lo sigue de cerca sentándosele al lado con botella en mano. Pepe por momentos cerraba los ojos y “Theo” aprovechaba para servirle otro trago mas mientras lo llamaba. 
- ¡Este es el mío! – Mostraba un trago a Pepe y se lo tomaba. - ¡Y este es el tuyo!, ¡Tómatelo! – Insistía. 
- ¡Déjame quieto “Theo”!, ¡déjame dormir! – Desesperado le grita Pepe.- ¡Me ganaste! 
- ¡Mierda! Si pepe se volvió fue pura propaganda. – alegre dice Theo a Pino y sigue bebiendo muy tranquilamente. 

THEO Y “GEÑO”
 
Recibió “Theo” un buen pago atrasado y celebraba donde Mayra Montesinos el tan esperado pago. De pura casualidad, lo puedo jurar, pasó por allí Luis Eugenio “Geño” Imbretchs y “Theo” lo invitó a tomarse un trago de una panchita que ya casi se le acababa. 
- ¡Yo no me ensucio la boca con un trago! – Comentó “Geño”, mirando la botella. 
- ¡Mandate una! – Solicitó “Theo” a “Geño” haciéndose el varado. 
- ¡Estoy mondao! – Replica “Geño” tomándose el trago y jalando una silla. 
- ¡No te sentei!, toma estos $20.000.= y cómprate un garrafón de medallo, para que nos ensuciemos la boca. – Lo pica “Theo” sacando un fajo de billetes.- Los inquietos ojos de “Geño” le saltaban aceleradamente mientras alegre iba a comprar el garrafón. 

Tragos iban y tragos venían, para estos dos hombres con pensamientos distintos: “Theo” emocionado porque tenía compañero para beber y “Geño” preocupado porque ya estaba borracho y la garrafa nada que pasaba de la mitad. Sin inmutarse “Theo” servía trago y bebía mientras “Geño” hacía esfuerzos sobre humanos para no vomitarlos. 
- ¡Voy a echar una meada! – Solicitó “Geño”, buscando una excusa para escapársele. 
- ¡Da ve!...- Responde “Theo”. 
Aprovechando las sombras de los árboles y los alares de las casas, “Geño” a escondidas se aleja pegado a las paredes de las casas, con tan mala suerte que “Theo” se para también a mear y lo alcanza a ver. 
- “Geñito” vení, no huyai… ¡vení! pa ahítate a ron so gorrero. – Le grita, mientras “Geño” acrecienta el paso camino a su casa. 

THEO Y LOS HERMANOS MOLINA SEPULVEDA

 
A mediados de la fiesta del Santísimo Cristo de Tamalameque en el año 2007, bebía “Theo” en su casa y pasaban por ahí los Hermanos: Álvaro José Molina Sepúlveda y Enrique “Quique” Molina Sepúlveda, muchachos que aunque jóvenes también aguantan sus traguitos. Venían los hermanos de parrandear y con ganas de dormir, pero “Theo” al verlos los invitó a tomar. Los hermanos se sentaron a acompañarlo y muy hábilmente “Quique” se adueñó de la botella y se dedicó a servir el trago. Por venir ya deseosos de dormir, “Quique” simulaba echar trago en los vasos de él y su hermano, mientras que el de “Theo” se lo rebozaban. Encendieronlo a trago, de tal forma que el pobre “Theo” no aguantó el final de la botella y se quedó dormido, lo que los hermanos aprovecharon para irse a casa. 

Amaneció y los primeros rayos de sol despertaron a “Theo”, este mira a todos lados y no ve a los hermanos Molina. 
- ¡Mierda me emborracharon estos pelaos! – Preocupado se rascaba la cabeza “Theo” por la consabida perdida de su honor. Encendió su moto y se dirigió a casa de los Molina. Tocó a la puerta, la que abrió el señor José Ángel Molina, abuelo de los muchachos. 
- ¡Mierda!, Don José, ¿A dónde está “Quique”? – Le preguntó. 
- ¿Para qué sería? 
- ¡Mierda!...fue que anoche le di a guardar las llaves de mi oficina y Lucy me mandó a hacerle unos papeles que necesita para mandar al Valle. – Mintió “Theo”. 
- Ya se lo llamo. 

Apenas asomó “Quique” la cabeza por la puerta cuando ya “Theo” lo tenía agarrado por la mano. 
- ¡Veni acá! – Le dice subiéndolo a la moto. 
“Quique” aún adormitado lo acompaña y “Theo” lo lleva a su casa adonde ya tiene un garrafón de Medellín sin destapar. 
-¡Ahora si “Quique”!, ahora es que vamos a ver quien se duerme…porque de ahora en adelante va a ser puro trago vigilado. – le dice sirviendo él mismo el trago. 
No pasó media hora y el pobre “Quique” ya se dormía a lo que “Theo” replica: 
- ¡Mierda!...yo si decía que algo raro había pasado anoche. 

Aún espera “Theo”, quien pueda quitarle el record de aguantar trago durante varios días…y durmiendo a todo el que se le atraviese. 

EDGAR ALFONSO PEÑALOZA ROBLES. 
TAMALAMEQUE JULIO. 2009 

UN GALENO PARA TODOS

UN GALENO PARA TODOS


 

Decidió Dios descansar en Tamalameque después de los seis días de arduo trabajo haciendo el mundo. - “Este pueblo estará por siempre lleno de dicha y gozará de bendiciones eternas”. –Dijo Dios agradecido al retirarse al cielo. 


Son muchas las bendiciones que desde entonces nos ha prodigado nuestro amado padre, y una de ellas es: Juan Carlos Mendoza Mendoza, médico que por intermedio de sus poderosas influencias quiso Dios que llegara a Meque. Corrían los días de un lluvioso octubre del año 1988, cuando por primera vez “Juanca”, como es más conocido en el pueblo, entra por la puerta principal del Hospital “San Rafael”. Vino a realizar su año rural, para luego continuar su carrera profesional en una gran ciudad; era su gran sueño. Como dice el refrán: “Una cosa piensa el burro y otra el que lo está ensillando”. No contaba “Juanca” que ya Dios tenía otros planes para él. Pusole Dios de carnada una bella tamalamequera, Esmeralda Meza Duran, quien con sus encantos y alegre sonrisa retó a “Juanca” a probar del agua del pozo del “Machín”. Este guajiro acostumbrado a los grandes retos no se amilanó y sin precaución probó de esta dulce agua que le brindaban, y desde entonces aquí está brindándole sus conocimientos de la hipocrática ciencia médica a Tamalameque. 

“Pueblo chiquito infierno grande”. Se regó la bola en el pueblo, que llegó un nuevo médico guajiro fanático de “Los Betos” y de Diomedes Díaz, y que además se gastaba las del mundo con la canción “Canciones Lindas”, e inmediatamente a caseta o cantina que llegara “Juanca” como por arte de magia comenzaba a sonar: 

“Se antoja el disjoke y siempre que llego pone el mismo disco, 
Como si supiera que justo el mensaje va directo a mí. 
Y a quien me acompaña, que no es la muchacha que causa mis penas, 
Tengo que ocultarle que salgo con ella es para olvidar. 

Si fuera de propio, si lo hiciera adrede… 
Yo haría un disparate, yo me fuera a duelo con ese señor. 
Me deja en el aire, me daña la noche, 
Y hasta pierdo el hilo en la conversación. 

Porque no me quita esas canciones lindas que pasan mi alma, 
Y son dardos pa’ mi, si quiere le pago…si quiere le pago, 
Pa’ que no las ponga y las bote de ahí. 

CORO: 
"Yo no sé porque me pasa a mí, porque a otro no le puede pasar. (Bis) 
Yo no sé, porque la conocí, porque la conocí, pa’ qué la fui a encontrar. (Bis)”. 

Posee “Juanca” una inmensa humildad y carisma, que ha demostrado hasta la saciedad a sus amigos y conocidos. Es fácil hallarlo departir tragos con personas de estratos bajos sin que sea para él una afrenta, son sus amigos y nada más. En algún tiempo atrás era común verlo acompañado en sus parrandas de Ignacio Gómez “Nacho Rechupa”, a quien le confiaba su portafolios y su revólver; prácticamente era su guardaespaldas y en el que “Juanca” confiaba ciegamente, en la actualidad no lo hace por algunos quebrantos de salud de “Nacho”. 



Irradia “Juanca” una imagen de hombre serio y ético en el campo profesional, lo que le ha servido para ganarse la confianza y credibilidad de sus pacientes. Pero la lengua tamalamequera no perdona y a este galeno también lo ha cuereado. Hay algunas anécdotas graciosas de “Juanca”, que él nunca ha confirmado si son ciertas o no, porque cuando uno se las cuenta, sonríe pícaramente y se limita a callar. 

En el desarrollo de la alcaldía popular de Diógenes Armando Pino Ávila, años 1.992 a 1.995, le picó a “Juanca” la rasquiñita de la política y aceptó ser Secretario de Gobierno del alcalde. Los pacientes de “Juanca” quedaron desamparados, y presionaron en cierta forma a que los atendieran en su despacho o donde lo encontraran. Alcalde y Secretario acordaron que en los ratos libres del secretario atendiera a los pacientes en un salón que acondicionaron para tal razón. En uno de esos días de atención y consulta médica surgió esta anécdota que escucharon las paredes de la alcaldía y que hoy se las cuento a ustedes, porque confío en que no la echaran para adelante, pues quedará entre nosotros. 



Había una extensa cola de pacientes esperando entrar a la consulta con “Juanca”, y tócale el turno a un campesino arranchado de Campo Alegre. 
- ¿Qué tiene viejo? – Pregunta “Juanca” desprevenido en su acento guajiro. 
- ¡Una tontina en la cabeza! – Responde el campesino. 
- ¿Una tontina?, ¿Ve y eso qué es? – Vuelve a preguntar “Juanca”. 
- Un mareo. – Dice el campesino un poco molesto por la pregunta. 
- ¡Quítate la camisa para reconocerte!...- Solicita el médico mientras le coloca el estetoscopio por la espalda y el pecho. - ¡Diga aaaah!...¡Respire profundo!...¿Te duele aquí?...¿Acá?... – Insistía “Juanca” al campesino que ya se le empezaba a volar la piedra por la preguntadera del médico. - ¡Póngase la camisa!, ya sé lo que tiene, le voy a recetar unas pastillas que tiene que tomarse muy juicioso. 
El campesino se para frente al escritorio de “Juanca” mientras este le receta: 
- Tienes que dejar de comer suero, nada de carne, cerdo ni se te ocurra, el mondongo lo olvida para siempre, nada frito, harina poquita, la yuca en poca cantidad. – El pobre campesino impaciente y en silencio escuchaba del médico sus largas recomendaciones.- el pescado sancochado, el pollo sin el pellejo… 
- ¡Medico, entonces tendré que comer mierda!...- Exclamó el campesino fuera de sus cabales. 
- ¡Sí!...pero bajitica de sal, porque tienes los triglicéridos altísimos.- Responde “Juanca” serenamente, mientras le entrega la formula al campesino, quien salió dándole un fuerte golpe a la puerta. 



Seguiale en turno Alfonso Durán “El gago”, (Q.E.P.D.) un sexagenario hombre de Aracataca, Magdalena y que tenía muchos años de vivir en el barrio de Palmira de Meque. 
- ¿Có…có…có…cómo está…me…me…médico? – Forzadamente dice Alfonso. 
- Muy bien, ¿Cuéntame qué es lo que tienes tú? 
- Me…me…me…médico…te…te…tengo…di…di…días…de…de…o…o…orinar… 
de…de…de…a…go…go…gotica. 
- ¡A ti te está jodiendo es la próstata! – Dice el médico. 
- Pro…pro…próstata, ¿Y… e…e…eso…qué es?- Pregunta el gago preocupado. 
- Próstata es que…- Responde pensativo “Juanca”, tratando de buscar la forma más clara de explicarle al gago. – Próstata es que así como hablai, así miai. – Muy acertada y folclóricamente le explica mientras el viejo sale del improvisado consultorio con su duda explícitamente explicada. 



EDGAR ALFONSO PEÑALOZA ROBLES. 
TAMALAMEQUE. 2009 


HASTA LA TUMBA.

HASTA LA TUMBA.



“Por una calle de Tamalameque,
dicen que sale una Llorona Loca.
que baila por aquí, que baila por allá,
con un tabaco prendido en la boca”.

Así escribió y cantó el reconocido compositor Banqueño, José Benito Barros Palomino, (q.e.p.d.) a mediados de los años 40 lo que vio y escuchó en Tamalameque en su vida bohemia.  Si hoy, 12 de octubre del 2008 estuviese vivo y volviera a visitarlo cantaría así:

En un cementerio de Tamalameque,
Dicen que llora un hombre loco.
Que tiene casa aquí, que tiene casa allá,
Que ya la vida le importa poco.

La Llorona Loca, es una Leyenda tamalamequera por la que nos reconocen a nivel mundial.  El hombre loco de esta historia es una leyenda viviente.  Alejandro García Ospino “Perolòn”, un anciano de sesenta y nueve años que desde el 14 de diciembre del 2006 todos los días con religiosa insistencia visita la tumba de su amada esposa, María Antonia Mejía.

Sentado en una banca de la plaza central de Tamalameque, miro el desfile que organiza el Instituto Técnico Agropecuario –Colegio donde laboro-; dentro del marco de la celebración de la segunda feria expositiva del área de Ciencias Sociales. Los alumnos están esparcidos por la plaza y los docentes comenzamos a organizar los grados por bloques desde la entrada de la tesorería municipal hasta La Casa de la Cultura. Todo es algarabía de colegiales que esperan con ansias la llegada de La Banda Marcial de Pailitas, para empezar el desfile.  En una vieja monareta azul con canasta frontal, se desplaza Alejandro “Perolón” por entre los alumnos, pasa por la iglesia y se santigua.  Cruza la entrada del callejón que comunica al cementerio.  Mientras llega La Banda, decido escuchar la historia de este hombre, así que lo sigo hasta el cementerio.  Este es pequeño, con un portón de láminas y varillas de hierro.  Lo divide en dos un largo camellón embaldosado que conduce a una capilla ubicada en el centro.  Al fondo de la capilla, un atril de cemento sirve de Altar y detrás El Ángel del silencio exige respeto a los muertos.  A la derecha, al occidente escucho la voz de “Perolón” rezando a nombre de sus hijos, nietos, familiares y en el suyo propio.  Son las 7:30, de una mañana nublada con visos de lluvia.  No quiero interrumpir sus plegarias, por lo que miro en silencio.  La tumba está suavemente empañetada.  Sobre ella, el sombrero negro de cinta roja de “Perolón”, un pequeño crucifijo y un cuadro de José Gregorio Hernández.  Una silla de madera al lado derecho.  Tres frascos grandes, de esos donde viene la salsa de tomate están recostados a la tumba, llenos de agua.  Una enramada de láminas viejas de zinc, sostenidas por veinte horquetas de madera la cubren.  Siento un poco de temor, por la reacción que pueda tener “Perolón”, así que visito algunas tumbas cercanas, esperando el momento propicio para hablarle.  Termina de rezar.
- ¡Buenos días! – Con voz débil le digo, mientras me acerco.
- Ahorita le di los buenos días y usted no me oyó. –Responde.
- Discúlpeme por no escucharlo, estaba mirando aquella tumba. ¿Tiene algún familiar acá?
– Pregunto, simulando no saber nada.
- ¡Sí!, aquí está mi esposa “Toña”, la mujer que vivió a mi lado durante 56 hermosos años.

Con una admiración creciente escucho a este sexagenario hombre que no tiene nada de loco, y si lo está es una locura de amor sin precedentes en la historia de este Macondiano pueblo.  Se considera un Don Juan y como todo buen ribereño que se respete defiende que el pescado es el culpable de su fogosidad con las mujeres.  Es alegre, con mucho que contar, sobre todo chistes que narra con solvencia y buen humor.  Sabe lo que dice, no lo piensa, las palabras le brotan sin esfuerzo ni premeditación…no tengo otra alternativa que dejarlo hablar.
Me llamo Alejandro, pero me conocen más como “Perolón”, “Al ojo”, “Va jugando”, o “Puerquito”, estos apodos me los gané así: En Puerto Bocas, me dediqué a la pesca por mucho tiempo y yo mismo vendía lo que pescaba, lo hacía en un gran perol, por lo que Bertha Robles me apodo “Perolón”. Cuando vendía en Pailitas nunca cargué peso, y cuando me solicitaban una o más libras de pescado, metía la mano al perol, la sacaba llena de pescados y les decía: dos libras al ojo, y así me quedé.  Me encantaba toda clase de juego y en donde encontraba alguno con emoción expresaba, ¡va jugando!, y me sentaba a jugar.  En estos últimos años me he dedicado a la compra y venta de cerdos pequeños, recorro los pueblos en mi bicicleta gritando puerquitos, y como por acá no respetan a nadie la gente me dice “Puerquito” a mí.

Nací en Mompox, allá administré junto con mi primo un negocio de mi tío Marcial, era una caseta con una radiola de manivela con la que montábamos bailes boleteados en los barrios.  Organizábamos dos pistas de baile simultáneas, una con prostitutas que cargábamos para todos lados y otra con mujeres bailadoras del pueblo, allí me volví un putero empedernido y a tener relaciones sexuales con dos o tres mujeres el mismo día.  Los parejos compraban las boletas para bailar y escogían la pista de su conveniencia, y como buen mujeriego que se respete me bailé a cuanta mujer llegaba a la pista, eso sí enamorándolas a todas.  Las mujeres por cada disco que bailaban se ganaban una boleta que le daba su parejo, al día siguiente les pagamos cincuenta centavos por cada boleta que tuvieran.  También tenía una cámara fotográfica, con la que fotografié a mucha gente que pasó por este negocio y luego se las vendía.  Era un negocio redondo, pues entraba más de lo que salía.

En una de esas noches de baile conocí a Antonia, tenía catorce años, lucía una falda rosada con muchos pliegues, una blusa blanca de mangas arrepolladas y una roja flor de coral adornaba su largo pelo.  Sonaba la canción “El merenguito que me sé”, y me dije:- Alejo esta es la tuya.- Me le acerqué enseguida invitándola a bailar, bailamos toda la noche y desde ese día siempre ha estado conmigo y por siempre lo estará.  No fue fácil enamorarla, pues me decía que yo era muy mujeriego, eso me enamoró más de ella.  Fue la única mujer que me costó trabajo hacerla mía, pero lo logré.  No sé si por cosas de mi Dios o porque se enamoró de mí, pero a pesar de mi insistencia en enamorarla ella nunca dejó de ir a los bailes e incluso comenzó a trabajar en una tienda de mi tío Marcial, en donde la visitaba todos los días.  Aún no me había aceptado en forma oficial, pero cada vez que iba a donde mi tío Marcial pedía chicha y panes a nombre de ella, los que ella siempre pagaba y por eso la enamoré diciéndole que con dulces había comprado mi amor.  

Me fui desesperando, porque los días pasaban y no conseguía los besos de esta mujer arisca, que dejaba que la enamorara, pero de aquello nada.  Decidí darle celos con las putas del negocio, pero a ella no le importó, seguía aceptando mis frases de amor y pagando en la tienda las chichas y panes que me comía.  Una noche llegó a buscarme a mi casa, yo estaba acostado en una hamaca, se me acercó y me dijo:
- ¿Mi hermano que si le puedes prestar veinte pesos?
Mas antes ya le había prestado plata a su hermano y él me la pagaba, pero en esta oportunidad no tenía esa cantidad, así que me metí la mano al bolsillo y simulé que buscaba el dinero.
- ¿Para qué la necesita? – Le pregunté con la mano aún en el bolsillo.
- ¡No sé! – Respondió.
- ¡A que no eres capaz de sacarla tú misma del bolsillo! – La reté.
- ¡A que sí! – Con picardía respondió.
Se abalanzó sobre mí tratando de meterme la mano al bolsillo, la abracé, la besé, nos besamos, nos envolvimos en la hamaca y le dije al oído:
- Tú hermano que venga a buscar la plata mañana.
Al día siguiente, con insistencia su hermano tocaba la puerta de la casa mientras preguntaba.
- Alejo, ¿Antonia está aquí?
- ¡Sí!, aquí está. – Respondí.
- Está bien, pero cuídala porque si algo le pasa te la vas a entender con nosotros. – Y se marchó dejando en mis manos lo más preciado para mí…, mi “Toña”. 

En la vida hay dos cosas con las que un hombre se debe dar gusto, con la comida y con el pene.  Los días pasaron y a pesar de tener a “Toña” a mi lado, seguí mujereando y dándome gusto.  En algunas oportunidades le pedí que mientras ella hacía sonar la radiola de manivela en el negocio, me mandara al cuarto a una que otra mujer para hacerle el amor.  Creo que por su niñez y falta de experiencia me hizo caso, hasta que mi madre le abrió los ojos diciéndole que no fuera boba y que jamás volviera a permitir esa sinvergüencería.  Desde ahí comenzó en “Toña” un celo incontenible, me celaba hasta con la sombra.  Una noche cuando ya teníamos los dos primeros hijos, yo venía de un baile con una hembra que me conseguí, y como teníamos que pasar por donde vivíamos, íbamos pasando calladitos cuando oí que zumbaba algo en el aire: era un garrote que me tiró “Toña” de atrás de la cerca y enseguida me gritó: - ¡Perro, en mi cama no duermes! – esa noche dormí en casa de mi mamá.  Al día siguiente la convencí que no volvería a pasarle a ninguna otra mujer por sus narices, fue la mentira más grande que le eché, porque mis deseos de mujeres no se me han quitado aún.

Mi tío decidió vender el negocio al ver todas mis vagabunderías.  Me quedé sin trabajo y con tres bocas que alimentar.  Decidí viajar a Valledupar a buscar trabajo en la recolección de algodón o lo que saliera, y le dije a “Toña” que tan pronto consiguiera trabajo le mandaría los pasajes para que se fuera.  Llegué a Puerto Bocas aquí en Tamalameque.  Al llegar al puerto y bajarme para tomar el bus que me llevaría a Valledupar, me encontré con un hombre que después sería mi gran amigo, Matías.  Agarró mi bolso, pues era maletero, me preguntó para donde iba, le dije que a donde consiguiera trabajo.  Me recomendó con quien después fuera mi comadre, Gabriela Perales, ella tenía un hotel donde se hospedaban los viajeros que se quedaban de los únicos buses que salían.  Trabajé arriando agua del río para las piezas del hotel y en las mañanas ordeñaba las vacas que allí tenían.

Reuní cuarenta pesos y se los mandé a “Toña” para que se viniera y desde entonces somos hijos adoptivos de Puerto Bocas.  Tuvimos veinte hijos, doce están vivos, un par de mellos que murieron y seis abortos.  Todos criados a punta de pescado, la comida que no puede faltarme en ningún momento y la que no cambiaré por otra, porque me ha dado la vitalidad y virilidad que tengo, puedo demostrárselo a cualquier mujer, lástima que no tengo plata.  No se ría profe que es verdad, mire desde Puerto Berrío hasta Maicao fue mucha la mujer que tuve abajo.  

A “Toña” siempre le llevaron cuentos de mis andanzas, pero nunca me deje pillar porque antes de llegar a la casa me bañaba bien y lavaba el interior, cuando ya estaba bien seco y sin ninguna marca de nada entonces llegaba a la casa.  Cuando ella no estaba, metía en la casa a algunas mujeres del pueblo, hasta tuve unos hijos que no reconocí para que “Toña” no supiera.  La gente es mala e insistían en decirle lo que yo hacía, entonces decidí celarla yo a ella y no dejar que nadie entrara en mi casa ni que hablara con nadie, para evitar todos estos comentarios.  Me volví grosero con la gente y solitario e incluso llegué a sentarme en la puerta de la casa con una rula en la mano para que nadie entrara a hablar con ella.  Nunca le pegué a mi “Toña” y esto se lo juro ante Dios, porque las veces que ella me reclamaba algo de mujeres como yo sabía que era verdad, entonces en silencio le escuchaba sus calenturas y en mi mente me decía: ¡Esta noche en la cama me las pagas!. Así es profe, un hombre no debe pegarle a una mujer, por mucha grosería que ella le diga, quédese callado y cóbresela en la cama, mire si usted le recuesta la pierna y no se la quita está bien la vaina y si se le pone boca arriba ya se la gano.

Antonia se enfermó de una caída que se dio y se le dislocó un tobillo, la mandamos a sobar pero como le dolía mucho no fue más.  Comía muy poco y eso la fue debilitando.  Era complicado movilizarla al baño, a veces necesitábamos dos personas para hacerlo, pero en muchas ocasiones ella llegaba sola al baño, no sé cómo lo hacía y cuando la encontrábamos allá entonces era trabajoso traerla a la cama.  Comenzaron a darle desmayos y la llevábamos al hospital, en uno de esos desmayos no volvió más.  Ese día yo no estaba allí y no pudimos despedirnos, esa es una de las penas que me atormentan y me hace venir al cementerio en espera de que un día me hable.  Yo le hablo siempre, le cuento de las cosas que pasan en el pueblo, de lo que hago y todo lo que se me viene a la cabeza.

En esta tumba ya han venido a entrevistarme periodistas de Caracol, RCN, El Pilón, Vanguardia Liberal, dizque para hacer una novela, cuento o que se yo.  El padre Alirio también me visitó y me dijo que era mejor que me fuera para mi casa, porque la humedad y el frío de los muertos me pueden enfermar, pero hasta ahora no siento nada en mi cuerpo.  Con el paso de los días se me acrecienta aún más el deseo de estar al lado de Antonia, por eso me acuesto sobre la tumba y la beso en esta partecita que usted ve más negra, y todos los días le traigo algo de las cosas que más le gustaban, como mangos, papaya, piña, pescado y hasta algunos panes.  En mi casa también le tengo un altar con un Cristo más grande que este que tengo en su tumba, como cien cuadros de diferentes santos.  En el piso cuatro frascos, uno con agua vendita, otro con agua hervida y los otros solo agua para lo que “Toña” necesite.  Me gusta ponerme su ropa, porque me la recuerda y mantengo su olor el que no quiero que se me olvide.  En las noches que mis deseos sexuales se me despiertan me visto con sus batas y pareciera que estuviera conmigo, porque se me quita la calentura.

Le cuento profe y esto sólo se lo digo a usted: hace una semana, llegué como de costumbre y me acosté sobre la tumba, hice mis oraciones, recosté la frente en esta parte y le hablé, luego recosté el oído y escuché un quejido profundo que salía de la tumba, como si “Toña” quisiera decirme algo.  De ahí no he escuchado mas nada, ni tampoco nunca me ha salido, y eso que yo si quiero que me salga y me hable.  Creo que si me saliera y me hablara, me diría:
- ¡Me siento feliz!, porque por fin dejaste tus altanerías con mujeres, me respetas y respetas la casa.
  

FIN. Tamalameque. 2008.
Edgar Alfonso Peñaloza Robles.

ELIECER ROMERO Y ANASTACIO MIRANDA

ELIECER  ROMERO  Y  ANASTACIO  MIRANDA



Las brujas tamalamequeras han hecho miles de travesuras por amor, vagancia o maldad, que han originado múltiples historias con mucho dolor y otras graciosas.

Eliécer Romero Vanegas (Q.E.P.D.), padre de los Romero de la "Y", (Entrada de Tamalameque), mas conocido como “Remboco”, era un hombre de poca estatura, unos 1.55 mts; pero de una religiosidad notoria hacia la Cruz de mayo y la virgen de la Concepción.  Amante de las tamboras con las que organizaba “El Pajarito” en el mes de diciembre.

Mujeriego empedernido quien dejó un gran numero de hijos en el pueblo y la región.  Tomador permanente y aunque en estado de sobriedad muy difícilmente mantenía conversación, borracho hablaba hasta por los codos, se volvía vulgar y las mujeres le temían escondiéndose cuando lo veían borracho, por temor a la falta de respeto.  A pesar de estas cosas era muy buena persona, muy servicial y de muy reconocida honestidad.

A mediados de los años setenta hizo Eliécer Romero su casa en la “Y” (Carretera Tamalameque El Burro.) y ya cuando sus hijos se hicieron mayores también construyeron a su alrededor. Hoy en día es una pequeña urbanización de unas 6 casas que pertenecen a la familia Romero Ávila.  Con Vicenta Ávila, su mujer tuvo 9 hijos: Orlando (q.e.p.d.) “Remboquito”, Isbelio, Levith, Edilsa, Delfina, Eris (q.e.p.d.), Luz Mary, y Alejandra.

En esa época la casa de Eliécer Romero quedaba aislada del pueblo y para llegar hasta allá, era necesario atravesar un largo pedazo de sabana que en las noches era completamente oscuro.  Aprovechabanse las brujas de esta oscuridad y en varias ocasiones perdieron a Eliécer, llevándolo incluso hasta las ciénagas de Antequera, los playones de la Hacienda Mataredonda y hasta Palestina, en donde lo dejaban desnudo y en medio de zarzales o bejucales.

Se repetía tanto esta desesperante situación que Eliécer utilizó varias artimañas para deshacerse de las brujas: Llegó a decir públicamente que las brujas las comandaba una comadre de él que quería que se la comiera, se ponía los interiores al revés, cargaba crucifijos, hablaba sin parar desde que salía de la cantina para su casa y hacerse oír de su mujer e hijos, decía vulgaridades para alejar las brujas, las maldecía, rezaba todo lo que sabia; pero de nada servia, siempre lo perdían.

Decidió tomar sólo de día, pero el parrandero que se respete no mira la hora y siempre se lo cogía la noche, por lo que buscaba a quien lo acompañara hasta su casa, el problema era para el acompañante que tenía que volver solo por la oscura sabana y ahora preocupado por la venganza de las brujas.  Nadie quería acompañarlo por temor a que lo jodieran las brujas, así pues, decidió Eliécer llegar hasta donde había luz eléctrica y sentarse a esperar que alguien pasara y lo acompañara a casa.

En una de esas peas exquisitas de Eliécer, llega hasta el último poste con luz eléctrica; pero aun le faltaban 400 metros. Para llegar a su casa, 400 metros de oscuridad, 400 metros llenos de bruja y maldad.  Se santigua, dice vulgaridades, maldice brujas, habla como loco mientras revisa si tiene el interior al revés, mira su crucifijo en el bolsillo derecho, da dos pasos adelante y cuatro hacia atrás.  Se planta en la pata del poste a esperar un amigo que lo acompañe a su casa.  Pasan tres hombres en bicicleta, van para Antequera, pero no se detienen a ayudar al borracho.
-        ¡Hijueputas! – Les grita.
Pasan las horas y el borracho allí, resignado a esperar el primer canto de los gallos o el amanecer. 

Son las tres de la mañana y Anastasio Miranda (q.e.p.d.) se dirige a la sabana a ordeñar.
-        ¡Hombe compa Eliécer!... ¿Qué hace usted ahí sentado? – Le dice mientras le da la mano.
-        ¡Anastasio!... ¿Quieres culear? – Fue la respuesta.
-        Compa Eliécer, eso ni se pregunta. – responde “Tacho” intrigado.
-        Llévame a mi casa para que culees…
-        ¿A su casa?... – Pregunta “Tacho” con el corazón a mil, pues sabia muy bien de las bellezas de hijas que tenía Eliécer en casa, chicas apetecidas por todos en el pueblo y que aun eran vírgenes.
-        Llévame a mi casa, huevón, ¿Quieres culear o no?
-    ¡Pues vamos!
Caminaban en completo silencio los hombres en medio de la oscuridad, cada uno con pensamientos distintos; Eliécer con deseos de llegar a casa y salvarse de las brujas.  “Tacho” emocionado por el regalo ofrecido.  Llegan a la casa, Eliécer da tres golpes en la puerta.  Anastasio se limpia el bigote.
-        ¡Levith hijo mío, levántese! – Dice Eliécer, mientras Anastasio retrocede. - ¡Levith hijo, levántese!... ¡Aquí le traigo un culito nuevo, para que culee!
La puerta se abre, sale Levith y Eliécer voltea a donde supone está “Tacho”.
-        ¡Bueno “Tacho” tu querías culear! – Sólo eso dijo, porque ya “tacho” estaba camino al corral a ordeñar.

EDGAR  ALFONSO  PEÑALOZA  ROBLES.

TAMALAMEQUE.  AGOSTO  7 DEL 2.009.

FAUSTINA

FAUSTINA

La violencia engendra en el corazón humano violencia, odio, rencor, tristeza, pero en Tamalameque además de todo esto también humor negro.

En el año 1998, cuando la violencia paramilitar se arranchó en Meque, como en todo el país, el terror era el común denominador en el pueblo.  Nadie se atrevía  a hablar, salir a la calle, parrandear, ir a los montes, y hasta los animales sufrieron, pues fueron blanco de las balas asesinas.  En esa época comandaba en la región el temible comandante “Jimmy”, quien en compañía de sus hombres dejaron una estela de muerte en toda la región.  Las calles del pueblo y la región fueron “adornadas” con hermosos carros ultimo modelo que a grandes velocidades recorrían calles, caminos y carreteras.  Uno de esos carros fue el temible “Última Lagrima”, carro que al pobre ser que hacían subir en el aparecía muerto.

Faustina Torres, una mujer que vivió en el barrio Palmira, mas conocida como “La Trasmallo”, por ser una mujer de mundo que iba con todo, vendía, negociaba, viajaba, hablaba de todos, en fin iba pa’ las que sea.  Los niños le recordaban el apodo sólo para verla y oírla embejucada.  Los hombres temían pasar por su casa, pues siempre había propuestas indecentes.  Las mujeres la vigilaban, para darse cuenta a cual hombre seducía.  En la calle era respetada, pues su lengua cortaba por todos lados.

Un día en que Faustina esperaba carro en la “Y” para viajar a Pailitas, sucedió esta anécdota.  Eran las 8:00 de la mañana y a cuanto carro pasaba, Faustina le sacaba la mano solicitando el servicio de transporte.  Ningún carro paraba y esto comenzó a desesperarla.  Los ayudantes de los carros de transporte amantes de la burla, al pasar por su lado le gritaban: - “Trasmallo”.- Esta afrenta hacía hervir la sangre en todo el cuerpo de la mujer, quien se desahogaba a solas hablando y maldiciendo a los chóferes.

Al fondo de la carretera se acerca una caravana de lujosos carros que es guiada por “La última Lágrima”, la sigue una cuatro puerta azul, una cara de sapo verde y una hermosa Toyota.  Faustina le saca la mano en espera de que la lleven a su destino, pero los carros no se detienen y por el contrario la empolvan hasta los huesos.  Esto la lleva al límite de su ira e hijueputea a todo lo que ve, mientras se sacude el polvo de su cuerpo.  Coge su pequeño maletín para volver a su casa, pero antes de que lo haga un lujoso carro le para.  Se bajan los vidrios de las puertas y una voz masculina le dice:
-        ¡Súbase!
-        ¡Gracias señor! – Responde Faustina y se sube. - Usted si es un verdadero caballero.
-        ¡Gracias!...- Responde el hombre.
-   ¡Esos chóferes de aquí son unos mal educados!...tengo mas de media hora de estar parando carros y nadie me paró, por el contrario se burlaban de mi y me ponían apodos. – Se desahogaba Faustina.
-        Hubiera cogido otros. – Le plantea el hombre.
-     Pasaron fue los carros de los paracos, pero esos son peores, unos hijueputas que sólo sirven para matar y atemorizar a la gente.
-        ¿Quiénes? – Pregunta el hombre.
-        ¡Los paracos!, unos desgraciados que los comanda un tal Jimmy, ese es el peor de todos, un matón sin sentimientos, sin alma, sin madre.
-        ¿Ha hecho muchas vainas malas? – Sigue preguntado el hombre.
-      ¿Qué si ha hecho?... vea a ese hombre deberían colgarlo por las huevas y arrastrarlo por toda la carretera para que pague por todo lo que ha hecho, o si no que lo corten en pedacitos con la misma motosierra que él usa y que le echen los pedazos a los perros.
-        ¿Usted sería capaz de hacerlo? – Interroga el hombre.
-        ¡Mas que eso!, hasta lo quemaría vivo para que sufra.
-        ¿Y usted sabe con quien está hablando? – Vuelve a preguntar el hombre sacando una gran pistola de su pretina y colocándola en sus piernas.
-        ¡Ay que pena con usted! – Se disculpa. – Venia tan enojada que ni me presenté, ¿quién es usted?
-        ¡Jimmy!...El máximo comandante de los paramilitares en esta región. – Contesta el hombre acariciando su pistola y deteniendo el vehículo.
-        ¿Jimmy? – Dijo Faustina atemorizada.
-        ¿Y usted Cómo se llama?
-        ¡Me llamaba! - Contestó.
-        ¿Para dónde va?
-        ¡Iba!
-        ¿De dónde viene?
-        ¡Venía!
-        ¿Tiene familia?
-        ¡Tenía!
-        ¿A dónde vive?
-        ¡Vivía!


Jimmy empuña su pistola y le dice a Faustina que se baje del carro, esta se baja lentamente sin quitarle la vista al hombre, una mirada suplicante que hablaba por si sola.  Jimmy besa su pistola y suelta una gran carcajada.  Arranca el carro y deja a Faustina en medio de una gran polvareda.

Edgar Alfonso Peñaloza Robles.  Tamalameque. Cesar. Colombia.