ELIECER ROMERO
Y ANASTACIO MIRANDA
Las brujas tamalamequeras han hecho miles de travesuras
por amor, vagancia o maldad, que han originado múltiples historias con mucho
dolor y otras graciosas.
Eliécer Romero Vanegas (Q.E.P.D.), padre de los Romero de
la "Y" , (Entrada de
Tamalameque), mas conocido como “Remboco”, era un hombre de poca estatura, unos
1.55 mts; pero de una religiosidad notoria hacia la Cruz de mayo y la virgen de la Concepción. Amante de las tamboras con
las que organizaba “El Pajarito” en el mes de diciembre.
Mujeriego empedernido quien dejó un gran
numero de hijos en el pueblo y la región.
Tomador permanente y aunque en estado de sobriedad muy difícilmente
mantenía conversación, borracho hablaba hasta por los codos, se volvía vulgar y
las mujeres le temían escondiéndose cuando lo veían borracho, por temor a la
falta de respeto. A pesar de estas cosas
era muy buena persona, muy servicial y de muy reconocida honestidad.
A mediados de los años setenta hizo Eliécer Romero su
casa en la “Y” (Carretera Tamalameque El Burro.) y ya cuando sus hijos se
hicieron mayores también construyeron a su alrededor. Hoy en día es una pequeña
urbanización de unas 6 casas que pertenecen a la familia Romero Ávila. Con Vicenta Ávila, su mujer tuvo 9 hijos: Orlando
(q.e.p.d.) “Remboquito”, Isbelio, Levith, Edilsa, Delfina, Eris (q.e.p.d.), Luz Mary, y
Alejandra.
En esa época la casa de Eliécer Romero quedaba aislada
del pueblo y para llegar hasta allá, era necesario atravesar un largo pedazo de
sabana que en las noches era completamente oscuro. Aprovechabanse las brujas de esta oscuridad y
en varias ocasiones perdieron a Eliécer, llevándolo incluso hasta las ciénagas
de Antequera, los playones de la Hacienda Mataredonda
y hasta Palestina, en donde lo dejaban desnudo y en medio de zarzales o
bejucales.
Se repetía tanto esta desesperante situación que Eliécer utilizó
varias artimañas para deshacerse de las brujas: Llegó a decir públicamente que
las brujas las comandaba una comadre de él que quería que se la comiera, se ponía
los interiores al revés, cargaba crucifijos, hablaba sin parar desde que salía
de la cantina para su casa y hacerse oír de su mujer e hijos, decía
vulgaridades para alejar las brujas, las maldecía, rezaba todo lo que sabia;
pero de nada servia, siempre lo perdían.
Decidió tomar sólo de día, pero el parrandero que se
respete no mira la hora y siempre se lo cogía la noche, por lo que buscaba a
quien lo acompañara hasta su casa, el problema era para el acompañante que
tenía que volver solo por la oscura sabana y ahora preocupado por la venganza
de las brujas. Nadie quería acompañarlo
por temor a que lo jodieran las brujas, así pues, decidió Eliécer llegar hasta
donde había luz eléctrica y sentarse a esperar que alguien pasara y lo
acompañara a casa.
En una de esas peas exquisitas de Eliécer, llega hasta el
último poste con luz eléctrica; pero aun le faltaban 400 metros . Para llegar
a su casa, 400 metros
de oscuridad, 400 metros
llenos de bruja y maldad. Se santigua,
dice vulgaridades, maldice brujas, habla como loco mientras revisa si tiene el
interior al revés, mira su crucifijo en el bolsillo derecho, da dos pasos
adelante y cuatro hacia atrás. Se
planta en la pata del poste a esperar un amigo que lo acompañe a su casa. Pasan tres hombres en bicicleta, van para
Antequera, pero no se detienen a ayudar al borracho.
-
¡Hijueputas!
– Les grita.
Pasan las horas y el borracho allí, resignado a esperar
el primer canto de los gallos o el amanecer.
Son las tres de la mañana y Anastasio Miranda (q.e.p.d.) se dirige a
la sabana a ordeñar.
-
¡Hombe
compa Eliécer!... ¿Qué hace usted ahí sentado? – Le dice mientras le da la
mano.
-
¡Anastasio!...
¿Quieres culear? – Fue la respuesta.
-
Compa
Eliécer, eso ni se pregunta. – responde “Tacho” intrigado.
-
Llévame
a mi casa para que culees…
-
¿A
su casa?... – Pregunta “Tacho” con el corazón a mil, pues sabia muy bien de las
bellezas de hijas que tenía Eliécer en casa, chicas apetecidas por todos en el
pueblo y que aun eran vírgenes.
-
Llévame
a mi casa, huevón, ¿Quieres culear o no?
- ¡Pues vamos!
Caminaban en completo silencio los hombres en medio de la
oscuridad, cada uno con pensamientos distintos; Eliécer con deseos de llegar a
casa y salvarse de las brujas. “Tacho”
emocionado por el regalo ofrecido. Llegan a la casa, Eliécer da tres golpes en la
puerta. Anastasio se limpia el bigote.
-
¡Levith
hijo mío, levántese! – Dice Eliécer, mientras Anastasio retrocede. - ¡Levith
hijo, levántese!... ¡Aquí le traigo un culito nuevo, para que culee!
La puerta se abre, sale Levith y Eliécer voltea a donde
supone está “Tacho”.
-
¡Bueno
“Tacho” tu querías culear! – Sólo eso dijo, porque ya “tacho” estaba camino al
corral a ordeñar.
EDGAR ALFONSO
PEÑALOZA ROBLES.
TAMALAMEQUE. AGOSTO
7 DEL 2.009.
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