miércoles, 26 de junio de 2013

ELIECER ROMERO Y ANASTACIO MIRANDA

ELIECER  ROMERO  Y  ANASTACIO  MIRANDA



Las brujas tamalamequeras han hecho miles de travesuras por amor, vagancia o maldad, que han originado múltiples historias con mucho dolor y otras graciosas.

Eliécer Romero Vanegas (Q.E.P.D.), padre de los Romero de la "Y", (Entrada de Tamalameque), mas conocido como “Remboco”, era un hombre de poca estatura, unos 1.55 mts; pero de una religiosidad notoria hacia la Cruz de mayo y la virgen de la Concepción.  Amante de las tamboras con las que organizaba “El Pajarito” en el mes de diciembre.

Mujeriego empedernido quien dejó un gran numero de hijos en el pueblo y la región.  Tomador permanente y aunque en estado de sobriedad muy difícilmente mantenía conversación, borracho hablaba hasta por los codos, se volvía vulgar y las mujeres le temían escondiéndose cuando lo veían borracho, por temor a la falta de respeto.  A pesar de estas cosas era muy buena persona, muy servicial y de muy reconocida honestidad.

A mediados de los años setenta hizo Eliécer Romero su casa en la “Y” (Carretera Tamalameque El Burro.) y ya cuando sus hijos se hicieron mayores también construyeron a su alrededor. Hoy en día es una pequeña urbanización de unas 6 casas que pertenecen a la familia Romero Ávila.  Con Vicenta Ávila, su mujer tuvo 9 hijos: Orlando (q.e.p.d.) “Remboquito”, Isbelio, Levith, Edilsa, Delfina, Eris (q.e.p.d.), Luz Mary, y Alejandra.

En esa época la casa de Eliécer Romero quedaba aislada del pueblo y para llegar hasta allá, era necesario atravesar un largo pedazo de sabana que en las noches era completamente oscuro.  Aprovechabanse las brujas de esta oscuridad y en varias ocasiones perdieron a Eliécer, llevándolo incluso hasta las ciénagas de Antequera, los playones de la Hacienda Mataredonda y hasta Palestina, en donde lo dejaban desnudo y en medio de zarzales o bejucales.

Se repetía tanto esta desesperante situación que Eliécer utilizó varias artimañas para deshacerse de las brujas: Llegó a decir públicamente que las brujas las comandaba una comadre de él que quería que se la comiera, se ponía los interiores al revés, cargaba crucifijos, hablaba sin parar desde que salía de la cantina para su casa y hacerse oír de su mujer e hijos, decía vulgaridades para alejar las brujas, las maldecía, rezaba todo lo que sabia; pero de nada servia, siempre lo perdían.

Decidió tomar sólo de día, pero el parrandero que se respete no mira la hora y siempre se lo cogía la noche, por lo que buscaba a quien lo acompañara hasta su casa, el problema era para el acompañante que tenía que volver solo por la oscura sabana y ahora preocupado por la venganza de las brujas.  Nadie quería acompañarlo por temor a que lo jodieran las brujas, así pues, decidió Eliécer llegar hasta donde había luz eléctrica y sentarse a esperar que alguien pasara y lo acompañara a casa.

En una de esas peas exquisitas de Eliécer, llega hasta el último poste con luz eléctrica; pero aun le faltaban 400 metros. Para llegar a su casa, 400 metros de oscuridad, 400 metros llenos de bruja y maldad.  Se santigua, dice vulgaridades, maldice brujas, habla como loco mientras revisa si tiene el interior al revés, mira su crucifijo en el bolsillo derecho, da dos pasos adelante y cuatro hacia atrás.  Se planta en la pata del poste a esperar un amigo que lo acompañe a su casa.  Pasan tres hombres en bicicleta, van para Antequera, pero no se detienen a ayudar al borracho.
-        ¡Hijueputas! – Les grita.
Pasan las horas y el borracho allí, resignado a esperar el primer canto de los gallos o el amanecer. 

Son las tres de la mañana y Anastasio Miranda (q.e.p.d.) se dirige a la sabana a ordeñar.
-        ¡Hombe compa Eliécer!... ¿Qué hace usted ahí sentado? – Le dice mientras le da la mano.
-        ¡Anastasio!... ¿Quieres culear? – Fue la respuesta.
-        Compa Eliécer, eso ni se pregunta. – responde “Tacho” intrigado.
-        Llévame a mi casa para que culees…
-        ¿A su casa?... – Pregunta “Tacho” con el corazón a mil, pues sabia muy bien de las bellezas de hijas que tenía Eliécer en casa, chicas apetecidas por todos en el pueblo y que aun eran vírgenes.
-        Llévame a mi casa, huevón, ¿Quieres culear o no?
-    ¡Pues vamos!
Caminaban en completo silencio los hombres en medio de la oscuridad, cada uno con pensamientos distintos; Eliécer con deseos de llegar a casa y salvarse de las brujas.  “Tacho” emocionado por el regalo ofrecido.  Llegan a la casa, Eliécer da tres golpes en la puerta.  Anastasio se limpia el bigote.
-        ¡Levith hijo mío, levántese! – Dice Eliécer, mientras Anastasio retrocede. - ¡Levith hijo, levántese!... ¡Aquí le traigo un culito nuevo, para que culee!
La puerta se abre, sale Levith y Eliécer voltea a donde supone está “Tacho”.
-        ¡Bueno “Tacho” tu querías culear! – Sólo eso dijo, porque ya “tacho” estaba camino al corral a ordeñar.

EDGAR  ALFONSO  PEÑALOZA  ROBLES.

TAMALAMEQUE.  AGOSTO  7 DEL 2.009.

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